viernes, 22 de agosto de 2008

Cuando se trata de la verdad, la Iglesia no perdona ni a los suyos

Es notable cómo hasta en el propio seno de la creencia en muchos casos es imposible acallar del todo el pensamiento crítico. Ni siquiera en el ámbito de la teología, que en opinión de este escriba es mucho ruido y pocas nueces acerca de ese mito tan dañino que es la divinidad. Pero, como sea, la noticia enlazada en el título me resultó notable.

Al experto bíblico más conocido de Argentina, Ariel Álvarez Valdéz, le prohibieron enseñar, publicar textos o hablar de religión en los medios. Eso es porque según su benemérito señor jefe, el obispo de Santiago del Estero,

"algunas de las afirmaciones (de Alvarez Valdés) causan perplejidad y llevan a pastores y fieles a preguntarse si dichas afirmaciones son compatibles con la enseñanza del magisterio auténtico de la Iglesia".

Las afirmaciones que tanto espanto le produjeron a la Curia son de este tenor:
  • No cree que la Biblia deba considerarse un libro de historia.
  • Duda que haya existido el Arca de Noé (ni que hablar de sus dimensiones)
  • No piensa que haya habido tres Reyes Magos (nótese que el buen hombre no hace más que leer el texto, que no menciona el número, y sabe que antes se llamaba mago a cualquier astrólogo oriental que leyera el destino humano en los astros. ¿No me cree? Véalo acá).
  • Piensa que Cristo no nació en Belén, y que es más probable que haya ocurrido en Nazaret.
¡Mire qué horror! Y uno que hubiera pensado que este señor había afirmado cosas espantosas. Pero no, el buen hombre fue a las fuentes y encontró alguna información que, bien mirada, parece sensata. (Nótese que no duda de la existencia del Cristo de marras, con lo que todo tiene su límite. Después de todo estamos hablando de teología, amigos; tampoco se puede esperar demasiado.)

Por supuesto que la Iglesia lo iba a hacer callar. Por supuesto que le prohibieron enseñar y publicar libros. A ver si cunde entre los creyentes esa espantosa costumbre de analizar los hechos antes de aceptar una idea como verdadera. No sea cosa que terminen sacando conclusiones incómodas...

(Fuente: Clarín)