lunes, 17 de octubre de 2016

Reflexiones sobre el Big Bang con John Cromwell Mather




John Cromwell Mather. Foto: NASA/Chris Gunn
Tomada de Página de la NASA
John Cromwell Mather es un cosmólogo estadounidense galardonado con el premio Nobel de física en el 2006, junto con George F. Smooth, en en el proyecto COBE de la Nasa. Esta entrevista dada a La Vanguardia ayuda a aclarar aspectos del evento conocido como el Big Bang

Entrevista de Joseph Corbeta

Hay mucha gente que no entiende el big bang”, declaró el astrofísico de la NASA y premio Nobel John Mather en la conferencia que pronunció en la Pedrera el 27 de septiembre. “Cualquier astrónomo en cualquier galaxia tendría la misma impresión que nosotros de estar en el centro del universo. La distancia a la radiación de fondo cósmica es la misma en todas las direcciones para cualquier observador en cualquier lugar. El universo no tiene centro. No tiene bordes ni tiene límites. No tuvo un primer momento, que es lo contrario de lo que la gente piensa cuando piensa en el big bang. No empezó con un bang”.

Mather, que ha pasado unos días en Barcelona invitado por el Institut de Ciències Fotòniques (ICFO) en el marco de la cátedra Cirac de la Fundación Catalunya-La Pedrera, ha atendido a La Vanguardia para explicar su visión sobre el origen y el destino del universo. Mather recibió el Nobel en el 2006 por haber medido las fluctuaciones de temperatura en la radiación de fondo del universo, popularmente conocida como el eco del big bang, con el telescopio espacial COBE (acrónimo en inglés de Observador del Fondo Cosmico). Aquella investigación transformó la cosmología y nuestra visión del universo. Hasta entonces había sido una disciplina teórica. Las mediciones de la radiación de fondo cósmica la convirtieron en una ciencia experimental en que las predicciones teóricas pueden ser comprobadas con instrumentos de alta precisión.

Si el universo no empezó con un bang, ¿empezó de algún ­modo?

No empezó. No existe un momento cero, porque debería ser un momento de densidad infinita, lo cual no es posible. Todo lo que hacemos en física tiene que ver con procesos. Debe haber algo que ya exista y que se transforme en algo diferente. No podemos decir que no había nada y después había ­algo.

¿Quiere decir que el universo ya existía antes del big bang?
Nuestra intuición del tiempo es engañosa. Einstein demostró que el tiempo es flexible. Está vinculado al espacio y depende de cómo nos movemos. Si le pregunto: ¿qué edad tienen las ondas de luz que nos llegan de la radiación de ­fondo?...

No lo sé, nunca me lo he preguntado.
Van a la velocidad de la luz, no tienen edad. Si algo se mueve casi a la velocidad de la luz, el tiempo se frena. Lo predice la teoría de la relatividad de Einstein y lo han confirmado observaciones experimentales. De modo que la radiación de fondo tiene una edad desde nuestra perspectiva y una edad distinta desde la perspectiva de la luz.

No entiendo adónde quiere llegar.

A que la comprensión que nosotros tenemos del tiempo es incompleta. No acabamos de comprender qué es el tiempo. Si alguien cree que lo entiende, entonces es que no lo entiende. Tenemos la intuición de que avanza de modo regular y de que se puede medir, tic-tac-tic-tac, y no es así. En realidad es elástico.

Pero si el universo no tuvo inicio, ¿entonces por qué dicen que tiene 13.700 millones de años y que la radiación de fondo que usted midió corresponde al momento en que tenía una edad de 389.000 años?

Es correcto afirmar esto en la medida en que, si uno tuviera un reloj, entonces ese es el momento en que el universo se vuelve transparente y la luz es liberada. Pero el tiempo en sí es algo misterioso. Cualquier acontecimiento en el universo tiene unas coordenadas de tiempo y de espacio que no se pueden separar. No hay un tiempo independiente del espacio.

Dijo en la conferencia de La Pedrera que el universo no tiene centro ni límite. ¿Significa esto que hay más universo más allá de la radiación de fondo?

No podemos acceder a él y no podemos medirlo, pero es lo que creemos. Muchas personas se sienten incómodas con la idea del infinito. A los antiguos griegos ya les incomodaba. A mí no me incomoda, me parece natural la idea de un espacio y un tiempo infinitos.

¿Qué tipo de infinito le parece que describe mejor el universo? ¿Un infinito con límites como el de los números que hay entre el 0 y el 1, o un infinito sin límites como el de todos los números si empezamos a contar y nunca podemos llegar al final?

Con los datos que tenemos en este momento, parece que el universo tiene una extensión infinita, y además está en expansión. Si piensa en la superficie de la Tierra, no tiene límites, pero es finita. El universo es diferente. Tampoco tiene límites, pero su volumen es in­finito.

¿Qué consecuencias tiene esto para el futuro del universo?

Mucha gente piensa que se expandirá cada vez más rápido y que se convertirá en un lugar cada vez más frío y vacío, lo cual suena deprimente. Pero no es algo que nos tenga que preocupar por ahora, falta mucho tiempo. Además, no sabemos por qué se está expandiendo ni por qué se está acelerando la expansión. Tal vez nos dará alguna buena sorpresa y volverá a implosionar. O tal vez haya otros universos.

¿Qué le hace pensar que puede implosionar de nuevo?

Los átomos no saben lo que hacen. Pero el efecto colectivo de 10 a la potencia 24 átomos es un ser humano. A medida que se acumulan átomos, hay un proceso de cambio y de emergencia de nuevas propiedades que los átomos individuales no tienen. No sabemos qué propiedades pueden aparecer a la escala del universo.

¿Cree que el cerebro humano puede llegar a comprender el universo?

No, no lo creo. Nunca alcanzaremos una comprensión completa del universo. Pero hemos avanzado bastante.

¿Y cree que habrá seres ­humanos en el futuro del universo?

Personalmente, veo la inteligencia artificial como el futuro de la inteligencia humana. No es una perspectiva que me entusiasme, pero no veo que podamos pararlo. Es un campo que está avanzando muy rápido. Se crean productos de inteligencia artificial por intereses comerciales, los incorporamos a nuestra vida cotidiana y es difícil predecir cómo nos van a afectar. Los seres humanos somos seres muy frágiles. Necesitamos respirar, nos desagrada la gravedad cero. Los robots no tienen estas limitaciones.

Pero tal vez podamos llegar a Marte para empezar. Elon Musk ha anunciado que busca clientes para llevarlos allí.
Hace mucho frío en Marte, tiene un entorno muy hostil para nosotros. Mucho más hostil que Siberia o la Antártida. Puedo entender que alguien acepte viajar allí por razones científicas. Es muy difícil, costoso y peligroso. Pero no es imposible y creo que Elon Musk puede conseguirlo. No me imagino que nadie pueda desear ir a Marte por gusto. ¿Conoce a alguien que quiera ir a Siberia y pasar el resto de su vida allí por gusto? Pues en Marte lo pasaría mucho peor.


¿Tal vez la humanidad se extenderá por el universo con robots que programaremos para llegar adonde nosotros no podemos llegar?

O se programarán ellos mismos. Es algo que ya ha empezado. Hoy día ya hay programas capaces de aprender por sí mismos, y lo que hacen es tan complicado que ni sus programadores pueden predecirlo ni entenderlo. Pueden pensar que han creado un pro­grama inocente y tal vez no lo sea tanto.

¿Cree que pueden llegar a ser peligrosos?

Aún no sé qué pensar. Algunas personas creen que podemos controlarlos, pero es como querer controlar el tiempo. Es algo que nos supera.


¿Por qué deberían ser peligrosos unos robots que no han sido programados para ser agresivos?

Si permitimos que evolucionen, que es una manera de desarrollar la inteligencia artificial, podrían desarrollar un instinto de supervivencia. Piense que en estos momentos ya dejamos que aprendan de su propia experiencia, que los programas evolucionen por sí mismos. No soy experto en inteligencia artificial, pero si lo comparamos con lo que ha ocurrido en la naturaleza, no me parece un escenario imposible. La evolución selecciona a los que sobreviven. Así se han desarrollado el instinto de supervivencia, el hecho de ver a otros como enemigos y las conductas de atacar para defenderse.

¿Qué lleva a un astrofísico a interesarse por la selección ­natural?

No he dejado de pensar en esto desde que tenía seis años, cuando mi padre me explicó que los seres vivos estamos hechos de células que vienen de otras células. Me llevó al Museo de Historia Natural de Nueva York, donde vi los fósiles de dinosaurios y peces antiguos. La pregunta de cuáles son nuestros orígenes y cuál es nuestro futuro nunca me ha abandonado. Estudiando el universo me hago las mismas preguntas.